Eso es la ética en cualquier actividad imaginable y más, si cabe, en la industria de la investigación de mercados y social. No solo por el objeto principal de su desempeño: el conocimiento de las personas, sea en su vertiente de consumidores, votantes o ciudadanos, sino por la transcendencia que tiene el resultado de su trabajo para ayudar a los negocios de las marcas y entender –o anticipar– los cambios sociales, culturales y de hábitos. Y, por qué no, también empujarlos.

Todo ello queda perfectamente reflejado en este número de Investigación y Marketing. También, el interés que los asuntos éticos despiertan entre los profesionales de esta industria que, desde distintos ámbitos, han contribuido a dibujar una visión global de lo que es y para qué sirve la ética en investigación.

Como no podía ser de otra manera, el número arranca desde la perspectiva del CE de I+A, órgano consultivo con casi tres décadas de existencia y cuya misión, nos explican tres de sus presidentes a lo largo de su historia, es ser un “impulsor de un valor, la ética, que es cosa de todos, no por una cuestión moral, sino por el bien de la industria que va muy ligado al bien de nuestros clientes”. Pero no basta con el escrupuloso cumplimiento de las normas, sino que transciende a la propia actitud de “ponerse en el lugar de” como principio básico de actuación.

Y en ese posicionarse entra en juego también cómo desde la investigación se pueden apoyar cuestiones básicas hoy en día como la diversidad, el propósito o la sostenibilidad, aspectos todos ellos que cuentan con un amplio desarrollo en este número por parte de diferentes autores y en los que, sin duda, de nuevo la investigación puede ser un motor fundamental para alcanzar esos objetivos marcados por la Agenda 2030. Desde la ética.